domingo, 8 de julio de 2012

Buenos, ¿tan buenos? y malos, ¿tan malos?

Antes de empezar una guerra o de comparar los resultados de un par de puñetazos en la calle entre dos ideas diferentes debemos de pensar en lo que hacen después esos políticos de corbata en sus guerras "justas y oficiales". Se dirá que todas esas atrocidades se purgaron en la bola de fuego de Hiroshima, pero lo que no se conoce es que apenas tres meses después de la explosión desembarcaron en el puerto de aquella ciudad en ruinas las tropas de ocupación aliadas. En el recuerdo de los supervivientes, los australianos se llevaron la palma de la brutalidad sexual. Secuestraban a las chicas que les parecía y las violaban en grupo. Sus gritos se escuchaban en toda la ciudad, o en lo que había quedado de ella después de la bomba. Finalmente, se organizó una red de burdeles con el nombre de Sociedad de Diversión y Recreo, para la que fueron reclutadas a la fuerza centenares de esclavas.
Con esto no diremos que los japoneses fueron gente de honor, ya que no debemos de olvidarnos del seudónimo que tenían "El Imperio Atroz", que por su parte los planificadores de sus gobiernos, previendo las necesidades sexuales de sus tropas, establecieron en los vastos territorios conquistados una red de burdeles que precisó de 150.000 esclavas sexuales, de las que se apoderaron por la fuerza en Corea, China, Indonesia y Filipinas. Uno de los prisioneros americanos supervivientes de la terrible Marcha de la Muerte de Bataan recordaba haber visto como un sargento nipón borracho le amarraba los muslos con alambre, por diversión, a una filipina que se había puesto de parto, y como, para acallar sus espantosos gritos de dolor, terminó abriéndola en canal con la bayoneta. Por lo visto, los japoneses amaban la bayoneta. Hay testigos de que, al entrar en una aldea filipina, los soldados nipones practicaron un juego consistente en lanzar al aire a los bebés que encontraban para ver quién de ellos los ensartaba con más habilidad.
Tenemos también el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau donde fueron esterilizadas todas las mujeres gitanas de entre doce y cuarenta y cinco años. Dónde se las llevaba al quirófano y se las esterilizaba sin anestesia. Luego. eran amontonadas unas sobre otras en carreteras y devueltas a sus respectivos bloques. A las que llegaban embarazadas, se las inoculaba el bacilo del tifus y luego se las operaba en distintos meses para observar los efectos progresivos de la infección sobre el feto.
Con lindezas como estas lo único que tienen que hacer nuestros políticos es recordar que todas estas lindezas se hicieron a lo largo de la historia por banderas y los derechos de sus pueblos. Juzgando así después a los que no creemos en sus ''reglas'' tan aleatorias y dependientes de sus necesidades.
Aunque también debemos recordar que cuando pasamos a la acción para vengar a nuestros seres queridos, la justicia personal choca con la justicia social y divina. Nos convertimos en juez, jurado y Dios. Esa decisión acarrea una responsabilidad tremenda; algunos hombres se hunden ante semejante peso, otros abusan de la inercia, el verdadero "fuera de la ley" encuentra el equilibrio entre la pasión de su corazón y la razón de su mente. La solución es siempre una mezcla a partes iguales de fuerza y derecho.

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