Nos guste o no, la guerra es un fenómeno social tan viejo como la propia humanidad. Ahora bien, aunque la naturaleza de la guerra no ha cambiado en su esencia, la decisión para autorizarla, la forma de conducirla, los medios para llevarla adelante y la legitimidad tanto de sus objetivos como de sus acciones, sí.
El general Guderian, con su claro liderazgo tecnológico y su visión operacional, fue el indiscutible líder de la guerra mecanizada moderna y del concepto de la "guerra relámpago" (Blitzkrieg). Sus ideas le valieron a la Alemania Nazi una rápida y aplastante victoria en la Europa occidental. Pero su liderazgo, junto con el de muchos otros, como el del general Rommel (el famoso Zorro del desierto), no condujo a la victoria, sino a la aplastante derrota de Hitler. No por su falta de preparación, sino por el hecho de que las guerras las deciden los líderes políticos.
Un arma por si sola no vale de nada o lo mismo según en las manos de quién esté la misma, o como decía el dicho; "las guerras no las ganan las armas, si no los guerreros que luchan en las mismas". No cabe duda, en ningún caso, de que el papel de las personas resulta decisivo. Durante años se pensó que la guerra era un arte y que, por lo tanto, el genio militar era congénito y no aprendido. Sin ser una ciencia, al depender de las pasiones tanto como de la razón, hoy se acepta la idea de que el líder puede nacer, pero que la mayoría de los casos aprende a serlo. El nudo gordiano, en cualquier caso, es saber identificar cuáles son las cualidades de todo líder.
Siguiendo una máxima de Sun Tzu, autor del "Arte de la Guerra", Hitler estudiaba el terreno antes de atacarlo, pero al invadir Rusia olvidó otra directriz del estratega; "Hay territorios que se deben evitar".
La historia no se repite, pero los humanos tendemos a reproducir los mismos errores, por lo que conocer los aciertos y fracasos de nuestros antepasados, remotos y cercanos, las decisiones apropiadas o equivocadas que adoptaron frente a determinadas circunstancias, es de vital importancia. De hecho, es la única guía con la que contamos para adentrarnos en el futuro.
Está claro que no puede haber liderazgo cuando el supuesto líder no sabe lo que quiere. Contar con una visión estratégica, un destino y cómo alcanzarlo, es indispensable. Al fin y al cabo, la acepción clásica de la palabra estrategia define el ejercicio de adecuar los medios a los fines que se pretenden alcanzar. En segundo lugar, hay que tener determinación. No basta con contar con la mejor idea si no se está dispuesto a defenderla.
Es preciso asegurarse de que en tiempos de paz las fuerzas armadas cuenten con los medios, la formación y los valores adecuados para, si la necesidad surge, permitir que esos guerreros y líderes florezcan en las peores condiciones. Lleva años contar con un buen sistema armamentístico, pero muchos más lleva contar con buenos profesionales de la milicia. Los ejércitos son en la paz los invernaderos donde cuidar de quienes se desarrollarán como auténticos líderes en la guerra. Pero como todo invernadero, el producto está en función del amor, la devoción y la dedicación que se les presta. Y esto, a la postre, significa DINERO. No hay nada mejor para medir la ambición de un país que medir su esfuerzo presupuestario en defensa. El genio de unos pocos puede cubrir ciertas carencias durante algún tiempo, pero no puede obrar milagros todo el tiempo.
En fin, la militar no es una profesión como otra cualquiera, aunque a veces así lo quieran ver algunas personas e incluso algunos militares. A un soldado se le exige matar y morir por una causa abstracta, la defensa de los intereses nacionales. Esa es su esencia, porque es lo que va a tener que hacer llegado el caso. La guerra es un acontecimiento excepcional, de ruptura de la lógica normal, pero tiene sus leyes y reglas. No hay guerra sin violencia, destrucción y muerte. Con entrenamientos y simulaciones no se sustituye la realidad. Como escuché una vez, "llega un momento en todo combate, en el que empieza la pelea". Y aunque los guerreros puedan ser a veces los más interesados en que se mantenga la paz, la esencia y naturaleza del conflicto exige que su formación y preparación también tengan que ser especiales. Los lazos y la confianza mutua que se desarrollan entre compañeros que han estado de verdad en guerra como la lealtad y la disciplina, no es la misma la de los que de verdad son los guerreros de hoy en día y la de los que viven del sufrimiento de estos en las zonas de guerra por el mero hecho de viajar a las mismas, como tanto militar inútil que su mayor riesgo es ir a zonas y después se te sienta al lado y te dice que el también estubo en Irak, Somalia o en Afganistán, pero la pregunta es: ¿Cuántas veces defendiste tu vida en estos lugares?. Mientras que para estos verdaderos militares representan valores vitales, no son obligatorios para el desempeño de las funciones de estos otros mal llamados militares, convirtiéndolos en cualquier otra profesión. Por eso, aunque hay muchas personas y responsables políticos que creen que los militares cuanto más "civilizados" en su formación, mejor, les están haciendo un flaco favor a estos verdaderos miembros de los ejércitos, como a la seguridad y defensa nacionales. Dicho más brutalmente: un licenciado o doctorado puede convertirse en un gran soldado si así lo quiere, pero para ser un buen soldado no es necesario un título universitario. Cada cual debe saber hacer bien lo que tiene que hacer y, hoy por hoy, lo que deben hacer los verdaderos militares no se enseña en las universidades.
viernes, 25 de mayo de 2012
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